En pleno corazón de Madrid, específicamente en la Plaza de Puerta Cerrada, se encuentra Casa Paco, un restaurante que no solo ofrece deliciosa comida, sino que también es testigo de la historia de la ciudad. Fundada en 1870, esta taberna ha sabido adaptarse y prosperar con el tiempo, convirtiéndose en un punto de encuentro para diversos personajes, desde toreros hasta escritores. David Morales es la tercera generación al mando del negocio.
Un poco de historia
La historia de Casa Paco comienza en 1933, cuando Francisco Morales y su esposa, Rosario Aragoncillo, deciden abrir este establecimiento. Desde sus inicios, se convirtió en un lugar icónico donde la gente no solo iba a comer, sino a compartir, reír y conectar. Durante la Guerra Civil, Casa Paco siguió ofreciendo sus servicios, un testimonio de la fortaleza de la familia Morales y su compromiso con el negocio.
El abuelo de David luchó en el frente mientras su abuela se encargaba de las comidas. Esta mezcla de pasión y resistencia ha forjado la identidad del restaurante. Al finalizar la guerra y una vez que su abuelo regresó, Casa Paco amplió su menú y se especializó en platos como callos a la madrileña y carne a la francesa, lo que empezó a atraer a clientes más allá de sus vecinos.
La clientela fiel: Un legado familiar
Uno de los aspectos más entrañables de Casa Paco es su clientela leal, que ha crecido a lo largo de las generaciones. La honradez de la carta es fundamental. Cada platillo que sale de la cocina es una representación de la rica gastronomía española, lo que garantiza que nunca defrauda. El secreto radica en la calidad de los ingredientes y en el empeño por lograr que cada cliente se sienta satisfecho al final de su comida.
Un espacio lleno de recuerdos
Al entrar en Casa Paco, los visitantes no solo experimentan el olor de los excelentes platos que se cocinan en la cocina, sino que también se encuentran rodeados de una atmósfera cargada de historia. Las paredes están adornadas con fotografías de personajes ilustres que han pasado por aquí: desde Ava Gardner hasta Orson Welles. Lo que ha presenciado este lugar es increíble.
La gastronomía en Casa Paco
Cuando se habla de la comida de Casa Paco, los platos tradicionales son indiscutiblemente la estrella. Desde los callos a la madrileña hasta la fabada, David se asegura de que cada receta sea un homenaje a la cocina castiza. La carne de cebón, la ternera de Ávila y el solomillo de buey también son opciones que encantan a los comensales.
El ambiente que se vive en Casa Paco invita a disfrutar de un chato de vino o de un vermut mientras se degustan tapas como los chicharrones y el queso roquefort. En este lugar, disfrutar de la gastronomía se convierte en una experiencia social que trasciende el tiempo y las modas.
La relevancia cultural de Casa Paco
La historia y la cultura de Casa Paco se entrelazan inextricablemente. Durante años, este restaurante ha acogido a aficionados de la fiesta de los toros, deportistas, artistas y personalidades del mundo del entretenimiento. Durante la Feria de San Isidro, los aficionados se reunían aquí antes de dirigirse a la plaza. La cercanía con el ambiente taurino ha sido un sello distintivo de Casa Paco durante generaciones.
El futuro de Casa Paco
Con más de 90 años de historia, Casa Paco y su dueño miran hacia adelante mientras mantiene las tradiciones. Aunque algunos jóvenes sugieren modernizar el menú o el local, él se opone con firmeza porque para él mantener la esencia de Casa Paco es crucial.
El compromiso de David no solo radica en conservar recetas, sino en seguir ofreciendo una experiencia auténticamente madrileña. Casa Paco no es solo un restaurante; es un homenaje a todas aquellas historias que han pasado a través de sus puertas.
Casa Paco se erige como un símbolo del Madrid tradicional, donde cada bocado de comida cuenta una historia. Desde sus humildes inicios hasta convertirse en un referente gastronómico, el restaurante ha sabido adaptarse manteniendo su esencia. Mientras David Morales continúe al mando, esta joya del centro de Madrid seguirá transmitiendo la calidez, los sabores y la historia que han hecho de ella un lugar querido por tantos. Sin duda, es un sitio al que vale la pena ir, no solo para comer, sino para ser parte de un legado que se remonta casi un siglo atrás.