El Museo del Prado ha dado un paso importante al presentar en el emblemático Claustro de los Jerónimos una colección permanente de esculturas del siglo XIX. Con un enfoque en el desnudo clásico, estas obras ofrecen una mirada única a cómo los artistas del siglo XIX reinterpretaron la tradición clásica, combinando herencia y modernidad. Cada escultura es un testimonio del genio artístico de nombres destacados como José Ginés, José Álvarez Cubero, Bertel Thorvaldsen, Scipione Tadolini y John Henry Foley.
Un paseo entre mármoles: la fusión de lo clásico y lo moderno
Esta exposición propone un recorrido íntimo por una selección de esculturas que, aunque están profundamente arraigadas en la tradición clásica, presentan matices e innovaciones de su época. José Ginés, por ejemplo, destaca con su obra «Venus y Cupido» de 1807, una escultura que respira el estilo neoclásico con un delicado modelado inspirado en vaciados de esculturas clásicas. A través de la figura de Venus, Ginés captura un desnudo sereno y equilibrado, que refleja la influencia de la belleza idealizada de la época.
El Museo del Prado: historia y legado de una joya mundial del arte
Por otro lado, José Álvarez Cubero, considerado por muchos como el «Canova español», eleva el desnudo a un nivel expresivo con su obra «Joven con cisne» de 1808. Inspirado por su maestro Antonio Canova, este escultor cordobés combinó la energía del estilo helenístico con una elegancia pulida que encarna las claves del neoclasicismo. Su habilidad para plasmar movimiento y realismo en mármol lo posiciona como una figura clave del arte español de la época.
La internacionalización del clasicismo
El recorrido también incluye obras de artistas internacionales que dejaron huella en el panorama artístico del siglo XIX. El danés Bertel Thorvaldsen, quien residió gran parte de su vida en Roma, aporta una versión inacabada de su figura de Hermes en reposo. Esta pieza, que sufrió contratiempos durante su creación, demuestra cómo incluso las imperfecciones pueden ser parte del legado artístico. El mármol, con vetas oscuras y detalles inconclusos, refleja tanto la fragilidad como la grandeza del proceso creativo.
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Más adelante en el siglo, el italiano Scipione Tadolini introduce un toque orientalista con su obra «La Esclava» de 1862. Este desnudo idealizado, realizado con una minuciosidad impecable, captura la imaginación de un público romántico y global. Las cadenas que adornan a la figura evocan tanto opresión como melancolía, haciendo de esta obra un ejemplo de la conexión emocional que el arte puede generar.
Realismo y clasicismo en armonía
El cierre del recorrido lo marca el irlandés John Henry Foley con su escultura «Charles Bennet Lawes como atleta victorioso en reposo», realizada hacia 1872. Foley combina en esta pieza el idealismo clásico con un realismo fiel al cuerpo adulto, ofreciendo una representación auténtica del físico de un deportista en la cúspide de su madurez. A diferencia de otros artistas que idealizaban los cuerpos, Foley optó por una interpretación naturalista que rompe con los cánones convencionales.
Una experiencia que trasciende épocas
La exposición permanente en el Claustro de los Jerónimos no solo resalta la calidad técnica y el virtuosismo de los escultores, sino que también invita al visitante a reflexionar sobre la evolución del arte y el desnudo como tema central. Desde la serenidad de Venus hasta el dinamismo de un atleta victorioso, cada obra cuenta una historia que conecta el pasado con el presente.
El Prado se redescubre: grandes maestros, arte americano y escultura contemporánea
Con esta iniciativa, el Museo del Prado se reafirma como un espacio vivo y dinámico donde la tradición y la innovación se encuentran. La colección no solo rinde homenaje a los grandes maestros, sino que también celebra la vigencia del arte clásico en la actualidad.