Puede que nunca hayas reparado en ello, pero si vives en un edificio construido antes de los años 2000, es muy probable que el amianto forme parte de sus materiales. Está ahí, oculto en paredes, techos o tuberías, y no siempre es fácil detectarlo a simple vista. De hecho, muchas personas conviven con él sin saberlo.
El problema empieza cuando ese amianto envejece, se rompe o se manipula, liberando fibras invisibles al aire. Fibras que, al respirarlas, pueden quedarse atrapadas en los pulmones y causar enfermedades graves. ¿La solución? Dejarlo en manos de una empresa de retirada de amianto que garantice una eliminación segura, controlada y legal.
Porque una cosa está clara: el amianto no es un asunto menor.
El lado oscuro de un material aparentemente perfecto
Durante casi todo el siglo XX, el amianto fue considerado un material estrella. Era barato, duradero, aislante y resistente al fuego. ¿Qué podía salir mal? Pues bastante. Con el tiempo, se demostró que aquellas fibras tan resistentes eran también altamente tóxicas.
La exposición continuada o intensa al amianto está relacionada con enfermedades respiratorias como la asbestosis, el cáncer de pulmón o el mesotelioma. Por eso, su uso quedó prohibido en España en 2002 y su comercialización se vetó por completo en 2005.
Sin embargo, eso no significa que haya desaparecido. Todavía está presente en miles de estructuras, sobre todo en zonas menos visibles o en materiales que no se han reformado en décadas.
¿Qué materiales contienen amianto?
El amianto se mezclaba con otros componentes, como el cemento o los polímeros, para fabricar productos de construcción muy variados. Muchos de ellos siguen en pie hoy en día. Estos son los más habituales:
1. Placas de uralita
Es el ejemplo más conocido. La uralita, que en realidad es una marca comercial, se convirtió en sinónimo de amianto en España. Se utilizó masivamente en tejados, cubiertas, pérgolas o marquesinas.
2. Tuberías y bajantes
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Tuberías de agua potable, residuales o de riego.
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Bajantes interiores en bloques de viviendas.
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Canalones en tejados o patios de luces.
3. Aislamientos térmicos y acústicos
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Revestimientos de calderas, hornos y estufas.
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Cámaras de aire en paredes y techos.
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Aislamientos ignífugos en vigas metálicas o puertas cortafuegos.
4. Falsos techos y tabiques
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Paneles prefabricados con amianto en oficinas o colegios.
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Placas ligeras en falsos techos.
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Tabiques divisorios con propiedades acústicas.
5. Fachadas y cubiertas
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Placas planas o rugosas en fachadas de edificios.
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Tejas antiguas de fibrocemento.
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Paneles de cubierta industrial.
6. Depósitos y elementos exteriores
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Cisternas y depósitos de agua en jardines o azoteas.
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Chimeneas y sombreretes antiguos.
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Recubrimientos en pozos o aljibes.
7. Elementos industriales y eléctricos
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Tejidos ignífugos o protectores térmicos.
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Cordones y juntas en maquinaria.
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Aislantes eléctricos en instalaciones viejas.
¿Qué hacer si crees que hay amianto en tu casa?
Lo primero y más importante: no lo manipules por tu cuenta. Muchas personas piensan que pueden desmontarlo con mascarilla y guantes, pero eso no solo es peligroso, también ilegal. El amianto solo puede ser retirado por empresas autorizadas y bajo protocolos muy estrictos.
Ahí es donde entran los servicios de retirada de amianto. Estos equipos evalúan el tipo de material, su estado, la ubicación y el riesgo de exposición. Una vez realizado el diagnóstico, planifican su desmontaje y eliminación conforme a la normativa vigente.
No se trata solo de proteger tu hogar. También estás evitando riesgos a tus vecinos, al entorno y a los propios trabajadores que puedan entrar en contacto con esos materiales.
Reformar con cabeza
Cada vez que alquilamos un contenedor para una reforma o tiramos abajo una pared, debemos asegurarnos de que no hay amianto en la zona. Especialmente si el edificio es anterior al 2000. Cortar una placa contaminada, aunque sea de forma accidental, libera partículas que pueden permanecer en suspensión durante horas.
Por eso, si vas a realizar obras, conviene realizar una inspección previa. Detectar el problema a tiempo puede evitar males mayores. Además, te permite adaptar el proyecto para evitar sanciones o retrasos.
La cuenta atrás ha empezado
En 2023, la Unión Europea exigió a los Estados miembros que eliminaran completamente el amianto de sus edificios antes de 2032. Es decir, quedan menos de diez años para acometer una retirada masiva. Sin embargo, muchos ayuntamientos aún no han elaborado un censo real de los puntos contaminados.
La buena noticia es que puedes anticiparte. Si tienes dudas, solicita una revisión. Si confirmas que hay amianto, actúa con responsabilidad. Las empresas especializadas no solo saben cómo tratarlo; también garantizan tu tranquilidad.