En pleno corazón de Madrid, entre las callejuelas que rodean la Plaza Mayor, se encuentra un rincón lleno de historia y tradición que pasa desapercibido para quienes no prestan atención a los detalles. La calle de la Sal, una vía pequeña y estrecha, alberga una de las joyas más singulares del Madrid castizo: El Relojero de la calle de la Sal.
Un rincón lleno de historia
Desde el siglo XIX, la calle de la Sal ha sido un lugar emblemático de la ciudad. El nombre proviene de la época en que este espacio servía como depósito para almacenar sal, un bien imprescindible en aquellos tiempos. En los mapas antiguos, esta calle ya aparecía marcada, formando parte de lo que entonces se conocía como el Barrio de la Panadería.
Historia de la plaza Mayor de Madrid
En este contexto histórico se fundó en 1880 una relojería que, con el paso de los años, se transformaría en un símbolo del barrio. Esta tienda no solo ha sobrevivido al tiempo, sino que se ha convertido en una atracción gracias a su cuidada estética y al autómata que adorna su fachada.
La magia del carillón
En lo alto de la Antigua Relojería de la calle de la Sal, un muñeco autómata conocido como «El Relojero» cobra vida cada hora para deleitar a madrileños y turistas. Este carillón, instalado en 2010, no solo da la hora, sino que lo hace con música. Las melodías que acompañan a sus movimientos incluyen fragmentos del chotis «Madrid» y de la zarzuela «La Gran Vía», dos iconos de la tradición musical de la ciudad.
El Relojero, con su colorido y sus movimientos pausados, no solo marca el tiempo, sino que también detiene el paso de los viandantes, quienes no pueden evitar quedarse unos minutos admirando la escena. La figura, que sostiene un reloj mecánico, representa un tributo al oficio y a la tradición relojera de Madrid, y su carillón incluye elementos como relojes de sol, de arena y hasta un reloj de cuco.
Un diseño con alma madrileña
El diseño del Relojero es una obra que mezcla lo artesanal y lo simbólico. La fachada de la relojería, restaurada para recuperar su estética original del siglo XIX, combina madera y cristal, dando un toque elegante y acogedor al lugar. Pero lo que realmente llama la atención es el reloj solar que forma parte del carillón, decorado con la firma de un conocido dibujante y amante de Madrid. Este reloj solar, junto con los demás detalles del conjunto, crea una experiencia única para quienes se detienen a contemplarlo.
La calle de la Sal como escenario
La calle de la Sal no es solo el hogar del Relojero. Este rincón alberga también otros elementos llenos de encanto y tradición. Por ejemplo, la Posada del Peine, conocida como el hotel más antiguo de Madrid, se encuentra a pocos pasos. Además, frente a la relojería, los transeúntes pueden admirar trampantojos inspirados en la obra de Benito Pérez Galdós. Estos dibujos, que decoran la fachada de un edificio cercano, rinden homenaje al escritor y a la cultura madrileña.
No es casualidad que este pequeño rincón sea un lugar de encuentro para guías turísticos y curiosos. La riqueza histórica y cultural de la calle de la Sal, unida a la belleza de su arquitectura, la convierten en una parada obligatoria para quienes desean conocer el Madrid más auténtico.
Un icono que perdura
A pesar del paso del tiempo y de los cambios en la ciudad, el Relojero de la calle de la Sal sigue siendo un símbolo de la tradición y el amor por los detalles. Cada hora, sus movimientos y su música transportan a los espectadores a otra época, recordándoles que, en el corazón de una ciudad moderna, aún hay espacio para lo histórico y lo artesanal.
Este rincón madrileño demuestra que la belleza está en las pequeñas cosas. Desde los relojes tradicionales que decoran el interior de la tienda hasta la magia del autómata en la fachada, todo en este lugar invita a detenerse, mirar y, por un momento, dejarse llevar por el encanto de lo atemporal.