Ubicado en pleno corazón de Madrid, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza es uno de los grandes tesoros culturales de España. Este icónico espacio, que forma parte del «Triángulo del Arte» junto al Prado y el Reina Sofía, no solo alberga una de las colecciones privadas más impresionantes del mundo, sino que también cuenta con una rica historia que combina el arte con la diplomacia, la arquitectura y la visión de una familia.
De colección privada a patrimonio estatal
La historia del Museo Thyssen-Bornemisza comienza con Heinrich Thyssen-Bornemisza, un apasionado coleccionista que, durante la primera mitad del siglo XX, reunió una de las colecciones más completas de arte europeo. Su enfoque era claro: crear un acervo enciclopédico que abarcara todos los periodos, estilos y escuelas de la pintura occidental. Su hijo, Hans Heinrich, continuó con esta labor, ampliando la colección hacia corrientes modernas como el impresionismo, el expresionismo alemán y el arte abstracto del siglo XX.
El destino de la colección cambió radicalmente en los años 80, cuando Hans Heinrich decidió buscar un hogar permanente para las obras. Lugano, donde se ubicaba la Villa Favorita, fue descartado por su limitada capacidad turística. Entonces comenzó una ronda de negociaciones con ciudades como Londres, Bonn, París y hasta Tokio, pero fue Madrid la que consiguió albergar esta joya cultural gracias a una combinación de visión política, ubicación estratégica y la influencia de Carmen Cervera, esposa del barón.
El acuerdo inicial, firmado en 1988, consistió en el arrendamiento de la colección por parte del Estado español, con la condición de mantenerla como un conjunto indivisible. Finalmente, en 1993, se cerró la adquisición definitiva de 775 piezas por un precio de 350 millones de dólares, muy por debajo de su valor estimado, lo que convirtió esta operación en una de las más importantes en la historia del arte.
Un edificio con historia: el palacio de Villahermosa
El museo tiene su sede en el histórico palacio de Villahermosa, situado en la Plaza de Neptuno. Construido en el siglo XVIII, este edificio tuvo múltiples usos a lo largo de su historia: desde residencia aristocrática hasta sede bancaria. En 1990, el arquitecto Rafael Moneo asumió el reto de transformar el espacio en una pinacoteca moderna.
La intervención de Moneo fue innovadora. Reconfiguró los interiores para crear salas amplias organizadas en torno a un atrio central, maximizando el uso de luz natural con lucernarios y tonos cálidos en las paredes, sugeridos por Carmen Cervera. Aunque esta decisión estética fue controvertida, el resultado final dotó al museo de una identidad única.
La ampliación del museo en 2004 incorporó dos edificios colindantes, diseñados por el estudio BOPBAA, que añadieron nuevas salas para exposiciones temporales y la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, aumentando la oferta cultural del espacio.
Una colección única en su tipo
El Thyssen-Bornemisza es célebre por la diversidad de su colección, que abarca desde el siglo XIV hasta el XX. Este carácter enciclopédico lo convierte en un complemento perfecto para las colecciones del Prado y el Reina Sofía.
Entre los tesoros más destacados se encuentran obras de los primitivos italianos como Duccio y Fra Angélico, así como grandes nombres del Renacimiento como Ghirlandaio, Holbein y Tiziano. La colección también es notable por incluir ejemplos de corrientes que, hasta su llegada, estaban ausentes en los museos españoles, como el vedutismo italiano del siglo XVIII (Canaletto, Guardi) y la pintura estadounidense (Hopper, O’Keeffe).
El recorrido continúa con un repertorio impresionante de maestros impresionistas como Monet, Degas y Van Gogh, seguido de ejemplos del expresionismo alemán (Kirchner, Grosz) y el arte abstracto (Pollock, Kandinsky). Cada obra es un reflejo de la evolución artística y social de su época, lo que permite al visitante comprender no solo la técnica, sino también el contexto histórico de cada pieza.
La expansión hacia Barcelona
El Museo Thyssen-Bornemisza también tiene una conexión especial con Barcelona. Desde 1993, una selección de alrededor de 60 obras está depositada en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC). Esta colección incluye piezas icónicas de los primitivos italianos y otras obras maestras del Renacimiento. Inicialmente exhibida en el Monasterio de Pedralbes, fue trasladada al MNAC en 2004 para alcanzar un público más amplio y fortalecer las secciones más débiles del museo catalán.
Entre las piezas destacadas de esta colección se encuentra la «Madonna de la Humildad» de Fra Angélico, una obra que ejemplifica la maestría técnica y la espiritualidad del arte gótico italiano.
Más que un museo: un espacio vivo
El Thyssen-Bornemisza no solo preserva el pasado, sino que también mira al futuro. Desde la creación de EducaThyssen.org, su área educativa, el museo ha buscado acercar el arte a las nuevas generaciones mediante talleres, actividades interactivas y colaboraciones tecnológicas.
Un ejemplo notable es el desarrollo de «Nubla», un videojuego educativo que utiliza los cuadros del museo como escenarios, invitando a los jugadores a explorar el arte de forma innovadora. Estas iniciativas demuestran el compromiso del museo con la educación y la accesibilidad, adaptándose a las demandas del siglo XXI sin perder de vista su esencia.
El impacto de la pandemia y su recuperación
Como todos los museos del mundo, el Thyssen-Bornemisza sufrió una drástica reducción de visitantes durante la pandemia de COVID-19. Sin embargo, fue uno de los primeros en recuperar su afluencia, registrando un crecimiento del 97% en 2021 con respecto al año anterior. En 2022, el museo alcanzó cifras prepandémicas, superando el millón de visitas.
Un legado que perdura
La designación del museo como «Nacional» en 2017 subrayó su importancia como bien público y su papel central en la oferta cultural española. A lo largo de las décadas, el Thyssen-Bornemisza ha demostrado ser más que un simple contenedor de arte: es un puente entre culturas, un espacio de aprendizaje y un lugar donde el pasado y el presente se encuentran.
Hoy, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza continúa consolidándose como una referencia internacional, no solo por la calidad de su colección, sino también por su capacidad para innovar y adaptarse a los tiempos.