La Dama de Elche, una obra maestra de la escultura íbera, tallada en piedra caliza entre los siglos V y IV a.C., encarna la elegancia y el misterio de una época antigua. Este busto ricamente ataviado captura la esencia de una dama con facciones idealizadas, su rostro enigmáticamente bello.
Adornada con un tocado majestuoso, compuesto por una tiara envuelta en velo y una diadema que resalta su frente, la figura esculpida revela un cuidadoso detalle en cada elemento. Dos rodetes en los laterales enmarcan delicadamente su rostro, sugiriendo un peinado sofisticado.
El manto que cubre su espalda y hombros, dejando al descubierto tres collares adornados con pequeñas ánforas y amuletos, así como pendientes de placas e ínfulas a cada lado, añade un toque de opulencia a su vestimenta. Una fíbula cierra con elegancia su túnica, mientras que una oquedad en la parte posterior sugiere un posible propósito funerario.
Originalmente policromada y con ojos de pasta vítrea, esta obra de arte fue descubierta de manera fortuita en 1897 en el yacimiento de La Alcudia, en Elche, Alicante. El interés generado por el hispanista francés Pierre Paris llevó a su adquisición por el Museo del Louvre. En 1941, como resultado de un intercambio cultural entre España y Francia, la escultura regresó al suelo español y encontró su hogar en el Museo del Prado. Desde 1971, ha sido una pieza destacada en los fondos del Museo Arqueológico Nacional de España, en Madrid.
El descubrimiento
El descubrimiento de la Dama de Elche, un tesoro arqueológico que cautivaría al mundo, tuvo lugar un caluroso día de agosto en 1897, en la loma de La Alcudia, Elche. Mientras los jornaleros tomaban un breve descanso, el joven Manuel Campello Esclápez, ayudando a su familia en las labores del campo, se topó con algo inusual mientras trabajaba con su pico. Al desenterrar lo que parecía ser una piedra, descubrió que era el rostro de una figura antigua.
La emoción y el asombro se apoderaron del grupo cuando se dieron cuenta de la magnitud de su hallazgo. Antonio Maciá, uno de los compañeros, ayudó a extraer completamente la escultura, que yacía sobre una base de losas de piedra, cuidadosamente protegida por el suelo y las losas a su alrededor.
La noticia se propagó rápidamente y el propietario del terreno, el doctor Manuel Campello, ordenó trasladar el busto a su casa en Elche. Allí, para el deleite de los vecinos, colocó la figura en uno de los balcones, permitiendo que todos contemplaran el tesoro recién descubierto. Pedro Ibarra Ruiz, arqueólogo y cronista local, documentó el hallazgo y difundió la noticia en la prensa.
El renombrado arqueólogo Pierre Paris, de la Universidad de Burdeos, fue invitado a Elche y junto con Pedro Ibarra, visitaron la casa del doctor Campello para admirar la escultura. Paris, impresionado, envió una fotografía al Museo del Louvre en París, iniciando así el proceso de adquisición de la obra.
Después de negociaciones, el doctor Campello acordó vender la escultura al museo por 4000 francos. El contrato se firmó el 18 de agosto, y la Dama de Elche partió de Elche el 30 de agosto hacia Marsella, marcando el inicio de su viaje hacia la fama internacional.
En Paris
La llegada de la Dama de Elche a París marcó un hito en la historia del arte y la arqueología. Antes incluso de su arribo, la revista Hebdomadaire difundió la noticia del descubrimiento de esta obra excepcional y anunció su próxima exhibición en la ciudad de la luz.
Una vez en París, el conservador del Museo del Louvre, M. Léon Heuzey, presentó la escultura en la Academia de Inscripciones y Bellas Letras el 24 de septiembre de 1897. Esta presentación fue ampliamente comentada en la revista L’illustration el 2 de octubre del mismo año, describiendo la figura como de origen español con influencias orientales. Desde entonces, se la conoció como la Dama de Elche, en referencia a su lugar de hallazgo.
En el Museo del Louvre, la Dama fue expuesta en el Departamento de Antigüedades Orientales en diciembre de 1897. Inicialmente, se colocó en la Sala de Sarzec junto a otras esculturas, pero más tarde fue trasladada a la Sala XVI, donde se exhibió en una vitrina. A partir de septiembre de 1908, una reproducción realizada por Ignacio Pinazo también se mostró en la Sala VI o Ibérica, junto con la colección completa de esculturas ibéricas.
La fama de la Dama de Elche atrajo a numerosos investigadores, entre ellos Emil Hübner, quien recibió la noticia del hallazgo de Pedro Ibarra. Hübner, en su Crónica del Instituto Arqueológico de Alemania, calificó la escultura como «genuinamente ibérica», relacionándola con otras obras del Cerro de los Santos.
A finales de los años veinte, Pierre Paris propuso que la Dama regresara a España, específicamente a la Casa de Velázquez. Sin embargo, esta propuesta fue rechazada por las autoridades francesas. En 1935, el embajador español en Francia, Juan de Cárdenas, planteó la posibilidad de un intercambio de obras de arte entre España y Francia, que incluía la Dama de Elche.
Después de la interrupción causada por la guerra civil española, en 1940 se reanudaron las gestiones para recuperar la Dama. Se designaron comisiones para investigar los depósitos de objetos artísticos en Francia, y finalmente, el 21 de diciembre de 1940, se firmó el convenio de intercambio en París, que marcó el retorno de la Dama de Elche a su tierra natal.
Regreso a España
A pesar de que aún no se había firmado el convenio del 21 de diciembre, la primera de las obras del intercambio llegó a España justo a tiempo para el día de la Concepción, el 8 de diciembre: la Inmaculada de Murillo. Se especuló que esta entrega adelantada fue un gesto de buena voluntad por parte de Petain y un agradecimiento a Franco por su neutralidad durante la guerra.
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La pintura fue recogida en la frontera por Luis Monreal Tejada, Comisario del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, y llegó a Madrid el 7 de diciembre. El Patronato del Museo del Prado, en una reunión del 9 de diciembre, confirmó la aceptación del intercambio y propuso que la Dama de Elche se quedara en el museo como compensación por las obras que se enviarían a Francia.
El 8 de febrero de 1941, más obras del intercambio llegaron a España a través de Irún y Portbou. La Dama, transportada en un vagón especial, fue recibida por René Huyghe, conservador del Museo del Louvre. En total, se recogieron 35 cajas en nombre del gobierno español, que fueron escoltadas por la Policía Armada hasta Barcelona y luego recibidas en Atocha por destacadas figuras como el Marqués de Lozoya y Paul Guinard.
El proceso continuó con la llegada de los documentos del Archivo de Simancas a Irún el 11 de febrero, seguido por su recepción en Madrid al día siguiente. El Museo del Prado, bajo la dirección de Fernando Álvarez de Sotomayor, firmó la recepción de todas las obras el 26 de febrero. La ceremonia oficial de entrega tuvo lugar el 27 de junio en el Ministerio de Asuntos Exteriores, presidida por Serrano Súñez y el embajador de Francia, Pietri.
La exposición de las obras intercambiadas se inauguró en el Museo del Prado, mostrando la Inmaculada de Murillo, la Dama de Elche y otras piezas destacadas. Durante las semanas siguientes, se determinaron las obras que España entregaría a Francia, incluyendo obras de El Greco, Velázquez y Goya.
La Dama de Elche permaneció en el Museo del Prado durante 30 años hasta que, por orden ministerial, se incorporó a la colección permanente del Museo Arqueológico Nacional en 1971. En 2006, se decidió ceder temporalmente la escultura a Elche, donde presidió la inauguración del Museo Arqueológico y de Historia de la ciudad, marcando un momento significativo en su historia y conexión con su lugar de origen.
Datación de la pieza
La datación de la Dama de Elche ha sido motivo de debate desde su descubrimiento. Mientras que varias teorías han sugerido fechas que van desde el siglo V a.C. hasta el I a.C., un análisis exhaustivo basado en criterios formales, tipológicos y estilísticos la sitúa en un periodo comprendido entre los siglos V y IV a.C.
Sin embargo, también se han planteado opiniones que especulan sobre la posibilidad de que la escultura sea un fraude moderno. En 1995, Karen D. Vitelli y John F. Moffitt publicaron «Art Forgery: The Case of the Lady of Elche», argumentando que la pieza era falsa y había sido creada en 1896-97.
No obstante, un análisis detallado de la policromía realizado en 2005 por el equipo de María Pilar Luxán, del CSIC, reveló la antigüedad del pigmento y la estructura de las capas de imprimación y pigmentación. Este análisis también destacó el proceso de pérdida de color debido a la disolución y recristalización del mortero de yeso preparado para recibir el color, lo que respalda la autenticidad y antigüedad de la escultura.